Muerte de Miguel Mañara: 9 de mayo de 1679
De unos años antes -concretamente desde 1667- habían venido aquejando al Siervo de Dios graves dolores de hijada y de riñones, que a veces le ocasionaban fiebres más o menos violentas.

El frio invierno de 1679 y la peste que iba asolando entonces a la ciudad hacen que éstas se recrudezcan y le vayan poniendo en trance de muerte, a lo que se unían unas grandes “ansias de ver a Dios” que continuamente manifestaba.
A primera hora de la tarde del 9 de mayo 1679, ante víspera de la Ascensión del Señor, y después de haber recibido solemnemente el Viatico, moría plácidamente Miguel Mañara a los 52 años y 4 meses de edad; 16 años había venido rigiendo la Hermandad de la Santa Caridad como hermano mayor.
Al día siguiente, con un “concurso de pueblo innumerable”, se dio sepultura al “varón santo”, “padre de los pobres” y “espejo de santidad” como ya entonces le llamaban.

Como el mismo había pedido, fue enterrado a la entrada de la iglesia de la Caridad, sin ataúd y en la tierra desnuda. Sobre su sepulcro se inscribieron las siguientes palabras, que había redactado también de su mano: “Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo. Rueguen a Dios por él”.
En su testamento, luego de cumplir con todas sus obligaciones, dejaba el resto de sus bienes “a mis hermanos de la Santa Caridad para que lo gasten en el sustento de los pobres enfermos y leña para que se calienten los pobres peregrinos”.
El día 19, viernes, se tienen las honras fúnebres en la catedral, a la vez que se inicia en la Caridad un novenario de misas que fueron celebrando, por turno, las diversas órdenes religiosas. Igualmente se hacen funerales en las diversas Hermandades que, como hemos visto, se habían venido afiliando a la de Sevilla.
Como los hermanos quisieran dar al Siervo de Dios una más decente sepultura, y una vez que fueron reconocidos los restos mortales el 9 de julio siguiente, el 9 de diciembre del mismo año los trasladaron, todavía incorruptos y sin señal alguna de descomposición, a una bóveda debajo del presbiterio de la iglesia, en el lado derecho del altar.
Su fama de santidad fue proclamada casi desde el día de su muerte por sus contemporáneos. Reunidos en cabildo los hermanos de la Caridad el mismo día del entierro, ya hablan de él como del siervo de Dios “que ejercitó en grado heroico las virtudes”, de sus “heroicos ejemplos de caridad”, de “nuestro venerable hermano mayor”. Ese mismo año empieza a escribir su vida el P. Juan de Cárdenas, S.J., y la publica luego en el mes de marzo siguiente bajo el título de Breve relación de la muerte, vida y virtudes del Venerable caballero Miguel de Mañara. En ella recoge los testimonios más inmediatos y directos de su vida de heroica santidad.